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El miércoles 6 de marzo de 2024, Amar es para siempre concluyó su emisión en Antena 3, cerrando un ciclo tras 2829 episodios y consolidando su legado en la historia de la televisión. La última ceremonia de renovación de votos de Manolita (Itziar Miranda) y Marcelino (Manu Baqueiro), transmitida en el horario vespertino, precedió al episodio final, que se centró principalmente en la vida del matrimonio propietario de El Asturiano y su familia, quienes han sido fundamentales en la trama desde el comienzo de la serie.

Te contamos todo sobre el final y cómo termina la serie.

Ignacio se queda por Quintero

La relación entre Quintero e Ignacio sigue siendo maravillosa. Comparten muchos momentos especiales, tanto personales como profesionales, y ahora que el marido de María debe regresar a Boston, no pueden evitar llorar al pensar en el largo tiempo que estarán separados.

Nacho no duda en ofrecerle a su tío ayuda en su nueva etapa como padre, un ámbito en el que afirma tener más experiencia. Sin embargo, después de cuidar a su sobrino por tantos años, Quintero ya está bastante experimentado en la paternidad. Durante su despedida, el abogado le hace un regalo a su sobrino: le entrega la documentación necesaria para que pueda ejercer de nuevo como letrado en España, dejándolo sin palabras. Ahora que Quintero tiene de nuevo un despacho, su mayor deseo es contar nuevamente con él y le ofrece un puesto. Para ambos, sería un sueño trabajar juntos otra vez, como en los viejos tiempos.

Cuando el hombre le comunica esto a María, ambos están dispuestos a dejar sus sueños en Boston para volver a casa, diciendo: “No quiero seguir esperando por una oportunidad que tal vez nunca llegue”, afirma María. A pesar de que implica un cambio radical de vida, es una decisión que eligen tomar, diciéndose mutuamente: “Si tú me dices, volvemos”.

Marcelino se despide de Pelayo

Marcelino se despide de Pelayo mientras promete continuar su legado en El Asturiano. Conmovido, Marcelino se disculpa ante Pelayo, admitiendo que tal vez no fue el momento óptimo para anunciar su partida ante todos sus hijos, pero lo hizo con una intención: facilitarle un poco la despedida, consciente de lo difícil que es esta separación para ambos.

Marcelino expresa su tristeza por la decisión de su padre, rememorando la complicidad, los buenos y malos momentos vividos juntos, y destacando: «Siempre hemos estado aquí, uno al lado del otro. Usted ha sido mi guía».

Aunque comprende la necesidad de su padre de buscar su felicidad y seguir adelante, Marcelino no puede evitar sentir que va a extrañarlo profundamente. Pelayo representa su modelo a seguir y es imposible mencionar El Asturiano sin evocar a Pelayo Gómez.

El emotivo abrazo entre padre e hijo marca su despedida, con Pelayo asegurándole a Marcelino el amor incondicional que siempre le tendrá. El Asturiano jamás será el mismo sin Pelayo, pero su legado seguirá vivo en cada esquina del bar y en el corazón de Marcelino.

Marisa visita a Manolita para despedirse antes de emprender un nuevo capítulo en Salamanca, donde iniciará una vida junto a Pelayo. Preocupada por la posible molestia de Marcelino hacia ella, Marisa descubre a través de Manolita que la situación es más compleja. Manolita revela que la partida de Pelayo no solo implica dejar el bar, sino también la Plaza de los Frutos, un lugar cargado de recuerdos y vivencias para él. Con emoción y lágrimas, Manolita relata momentos significativos vividos en el barrio para ilustrar el profundo vínculo emocional que une a Pelayo con este lugar. Para Manolita, Pelayo es una figura paterna, y su adiós representa una pérdida tan grande para ella como para Marcelino, resaltando el impacto sentimental de su marcha en quienes lo consideran familia.

Pelayo dice adiós a su familia

Pelayo, lleno de gratitud hacia Marcelino, se despide de la Plaza de los Frutos, el lugar que le ha brindado los momentos más felices de su vida. No podía imaginar una despedida mejor que la emotiva celebración que han compartido.

Antes de partir, Pelayo siente la necesidad de asegurarse de que su familia encontrará la felicidad. Insta a Leonor a terminar su novela, y anima a María y Nacho a regresar a Madrid, su auténtico hogar. No olvida a Ciriaco, a quien aconseja tener paciencia con las croquetas, añadiendo un toque de humor a la conversación, y a Catalina, a quien simplemente le pide que confíe más en sí misma.

Pelayo asegura a Lola, en nombre de todos, que nada les impedirá estar presentes en su boda. Marisa aprovecha para expresar su cariño a Malena, su «Celestina» personal, con palabras conmovedoras. Las últimas palabras de Pelayo son para Marcelino y Manolita: «Os voy a llevar en mi corazón para siempre». Se despide de la familia entre lágrimas y abrazos, conscientes de que no saben cuándo se reencontrarán, pero seguros de que nunca olvidarán esos días tan mágicos y especiales.

Manolín se reencuentra con Marisol

Manolín se ha sentido distante del calor del reencuentro familiar, marcado profundamente por la ausencia de Marisol. Para él, la familia nunca estará completa sin su presencia. Con el corazón cargado de nostalgia, ha visitado su tumba, llevándole flores y disculpándose por no haberla visitado antes, explicando que es la primera vez que regresa a España desde su partida. Ha compartido con ella su éxito laboral, lamentando que esos logros pierdan su brillo al no poder compartirlos con ella, confesando que no ha encontrado a nadie que lo comprenda como ella lo hacía.

La sorpresa de Manolín es inmensa cuando cree ver a Marisol a su lado, momento en el cual le actualiza sobre las novedades de la familia y le habla de Malena, cuya preocupación por los demás le recuerda tanto a Marisol.

Desde la pérdida de Marisol, la sonrisa de Manolín se ha ido apagando, sufriendo un dolor y un vacío que han moldeado su decisión de no querer tener hijos, por el temor de que puedan sufrir como lo hizo su hermana.

Marisol siempre amó la alegría y la singularidad de Manolín, esos rasgos que lo hacían tan especial. Antes de desvanecerse, le hace un último ruego: que no deje de ser él mismo, que no pierda su esencia.

Aunque Marisol no está físicamente, su recuerdo empieza a sentirse menos pesado. Inspirado por sus palabras, Manolín decide abrazar la felicidad y ser fiel a sí mismo, honrando el deseo de su hermana y alma gemela de que vuelva a encontrar su esencia.

Amelia y Luisita continúan su historia

Después de una emotiva ceremonia de renovación de votos y una serie de confesiones familiares profundamente conmovedoras, Amelia y Luisita deciden visitar el King’s una última vez antes de su partida. A pesar de las dificultades que han enfrentado últimamente —las exigencias laborales de Amelia y la distancia de su hogar en España han puesto a prueba su relación—, este regreso a casa no podría haber llegado en un momento más oportuno.

Deseando crear un momento inolvidable, Amelia sorprende a Luisita con una cápsula del tiempo, un gesto simbólico de su amor y los recuerdos compartidos. Aunque su vida ahora se desarrolla en Mánchester, regresar a la Plaza de los Frutos les ha permitido revivir la felicidad de sus días pasados allí, recordándoles lo mucho que significa ese lugar para ambas. Sin embargo, son conscientes de las complicaciones que implica volver de manera permanente, expresando su esperanza de hacerlo solo cuando las circunstancias en su país natal sean más favorables: “Algún día vamos a volver, pero solo cuando este país cambie”.

Con un beso que sella su amor y renueva sus fuerzas, Luisita y Amelia se despiden de la Plaza de los Frutos, llevándose consigo la magia de ese momento. Regresan a Mánchester no solo con energías renovadas, sino también con la certeza de que su amor es capaz de superar cualquier desafío, manteniéndolas unidas a pesar de la distancia y las adversidades.

Los Gómez que se quedan

Después de unos días llenos de bullicio y alegría familiar, Marcelino y Manolita experimentan un vacío en El Asturiano, notando la ausencia de las risas y conversaciones que llenaban el bar. Sin embargo, Madrid sigue siendo hogar de Malena, Lola y, sorprendentemente, Catalina, quien ha decidido que Londres no es el lugar para ella.

La tranquilidad se rompe con el inesperado regreso de Ciriaco a El Asturiano, causando una sorpresa mayúscula en Marcelino y Manolita. El joven les anuncia su decisión de quedarse en Madrid y tomar las riendas del bar, siguiendo la estela de Pelayo: “Yo seré tu marinero, es tradición familiar”. Pero las sorpresas no acaban ahí. “Nos quedamos”, declaran María e Ignacio, causando aún mayor asombro. Explican que Nacho colaborará con Quintero en su despacho y que María encontrará más oportunidades como actriz en España.

Cuando Marcelino y Manolita ya no esperaban más novedades, aparece Manolín, disculpándose por su actitud distante y su falta de participación en los eventos familiares. Además, revela que si Garlo decide contratarlo, también podría regresar a España.

Estas noticias reviven la alegría en El Asturiano y llenan de felicidad a Marcelino y Manolita, recordándoles que, aunque la familia pueda dispersarse, siempre encuentra el camino de vuelta al hogar.

Benigna y Visi vuelven a vivir juntas

Los constantes suspiros de Benigna mientras limpiaban el piso no pasaron desapercibidos para Visi, quien conoce a su amiga íntimamente. Con sinceridad, Benigna reveló su descontento: “Yo no quería este piso, yo quería la compañía de Justo, Silvia y mi niña”. Visi, intentando aliviar la situación con humor, sugirió: “Puedes invitar a Peñalara de vez en cuando para lo que surja”. Sin embargo, sus esfuerzos no lograron levantar el ánimo de Benigna.

Conmovida y casi entre lágrimas, Benigna expresó su verdadero deseo: “Yo quiero estar con mi familia, con Lorenzo y contigo”. Frente a la tristeza de su amiga, Visi demostró su inquebrantable apoyo y solidaridad. Decidió vivir con ella, reafirmando que su amistad trasciende cualquier circunstancia y reiterando que, ante todo, la amistad se sitúa por encima de las diferencias y los desafíos.

El final de «Amar es para siempre»

Un año después, la Plaza de los Frutos se engalana para una celebración trascendental. La emoción y la anticipación se mezclan cuando se anuncia que Manolín y Emma esperan a su primer hijo, una noticia que inunda de felicidad a la familia.

En El Asturiano, Marcelino permanece a cargo, contando con la ayuda de su hijo Ciriaco, aunque la ausencia de Pelayo se siente profundamente. Sin embargo, para sorpresa de todos, el matriarca de los Gómez hace una aparición inesperada, resuelto a compartir este instante significativo. Reunidos y llenos de emoción, se disponen a ver el estreno de la serie televisiva inspirada en la novela de Leonor, convirtiéndolos a todos en personajes de su trama.

Leonor expresa su esperanza de que la serie haga justicia a la historia de su familia y, por extensión, a la de muchas otras. Manolita, orgullosa de su hija, ansía que la producción capte el amor incondicional que se profesan, un lazo indestructible. Sentados en el bar, la melodía inaugural de «Amar es para siempre» interpretada por Diana Navarro, evoca recuerdos y establece el tono de la velada. La conversación se llena de referencias autoconscientes sobre la duración potencial de la serie, con Manolita sugiriendo que podría extenderse por numerosos capítulos, mientras Pelayo augura éxito al emprendimiento, destacando la vastedad de sus vivencias.

Manolita, tomando la palabra una vez más, subraya su deseo de que la serie capture fielmente la esencia de su amor familiar, un sentimiento eterno. Al encenderse la pantalla del televisor, se revela el título de la obra, «Amar es para siempre», simbolizando el comienzo de una nueva forma de recordar y celebrar sus historias y afectos compartidos.

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